jueves, 7 de marzo de 2013
silbando sigo
La vi aparecer y levantaba un brazo para señalarse, venia acompañando a los rayos de luz del mes de julio y solo podia ver su silueta. Habiamos quedado en conocernos al mediodia, cuando el calor produce más sed y el vino se convierte en sudor que enfria la piel a mares de agua.
Ya tuve la sensación de perseguirla mientras yo caminaba delante.
Desde lejos y desde la vista de mis ojos miopes verla me tranquilizo. Y solo porque a primer golpe de vista entreveía que no tendriamos nada en común. Y ahora que mantengo durante días el sabor de su boca en la mía, aún me sorprendo de ello.
Quise tener la certeza de que no volveriamos a vernos. Mi traje de lata latió más bronco y la horma se estrecho en torno a mi piel.
Toda la catarata de lágrimas que se habian acumulado desde meses antes, toda la represa que no habia encontrado cauce a medida se rompió y hablamos durante cinco horas. No estaba Mario. fueron cinco horas de volver a vivir, de palabras desatadas. Y deje romper la presa porque tuve la seguridad de que no volveriamos a vernos.
El no me gusto fue el espejo del tal vez no le guste a ella. Fue el traje de estaño bruñido con el que me reflejo, me consuelo y me engaño.
Cuando se marchaba ya tuve el primer deseo de besarla, pero no. Tiempo despues me enseño a dejarme besar. Y yo segui corriendo delante con la sensacion de perseguirla desde atrás.
Aquella tarde al despedirnos le recorde que silbara cuando quisiera de mi y aún sigo sorprendida cuando escucho su silbido corto y continuo. No es silbido ya, es banda sonora.
Silbando sigo. Silbame.
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